Esta era la triste y dura realidad del pueblo de Dios, de un pueblo dividido, específicamente esta profecía iba dirigida hacia el reino del norte (Israel), ellos estaban edificando sus vidas , su nación, su reino sobre mentiras y engaños, mentiras que los mismos gobernantes civiles como sus reyes creyeron y vivieron indiferentemente por mucho tiempo, sacerdotes que con sus palabras engañaron a todo un pueblo diciendo que nunca vendría destrucción, que habría siempre paz y prosperidad, se equivocaron en primer lugar porque hablaban de su propia boca, ya que nunca hablaron de parte de Dios, y los que hablaban de parte de Dios como en este caso Isaías y Jeremías su contemporáneo, el pueblo no creyó y no quiso escuchar (obedecer), la voz de Dios, el llamado de Dios, la exhortación de Dios para sus vidas. Se convirtieron en un pueblo negligente o como bien lo dice el libro de Jeremías en el capítulo (5:21): Un pueblo sin corazón que no siente ni reacciona, un pueblo sin ojos que no pude ver lo que está delante de él, un pueblo sin oídos que no oye lo que se le está diciendo. Esta era la historia y triste realidad de la sociedad de un pueblo que vivía lejos de Dios, ellos lo habían decido así, como tal, ellos edificaban sus vidas sobre engaños y mentiras (Isa. 28:15,17). Engaños y mentiras que se veía en los estilos de vidas que llevaban, eran un pueble orgulloso y vanaglorioso por su economía y estabilidad que sustentaban en ese momento (v.1) Samaria, capital del reino del norte había fructificado y creía que todo ello era el todo de sus vidas. En muchas ocasiones nosotros actuamos de la misma forma y manera, creyendo que nuestras posesiones o triunfos, nuestra status o nivel que ostentamos en este momento es lo que nos da la seguridad del presente de nuestra vida y nos da la seguridad de nuestro futuro ¿Pero qué decir de nuestra eternidad?, que engañados estamos, así como ellos en muchas ocasiones nosotros lo creemos, pero eso pasó, pasó y fue una realidad y triste realidad que Samaría se convirtió en ruinas, lo que fue en un momento ya no era más ¿Dónde quedó el orgullo y la soberbia de dicha ciudad y de sus habitantes, de su rey de sus sacerdotes, donde quedaron y qué fue de las palabras y de los engaños de ellos? Expresiones que mencionaban y decían que todo estaría bien, pero al final todo fue una gran mentira y engaño. Otra mentira a la que abrazaron es que creyeron evadir la muerte o por lo menos postergarla y que las crisis o situaciones que pudieran afectar a otros nunca llegaría a ellos (v.15), y es la misma manera de pensar de muchos hoy en día, creemos que nunca llegará ese día, ese día de crisis, ese día de enfermedad, ese día en que nos acerquemos de donde hemos venido (del polvo) y vivimos irreflexivamente e irresponsablemente la vida creyendo que somos indestructibles o inmortales, jugamos con la misma muerte. Jugamos cuando no somos serios ni sabios a la hora de actuar y decidir, jugamos al ser impulsivos sin discernir el desenlace o consecuencias de una vida loca de una vida irreflexiva y creemos que nunca llegará. Al hacer esta evaluación de la clase de vida que llevaba la irreverente Samaria, la soberbia Israel, el arrogante pero vulnerable reino del norte, su triste, doloroso y humillante futuro estaba descrito y estaba por venir, lo más impresionante es que ellos no quisieron escuchar el llamado de parte de Dios y lo que nunca quisieron aprender de buena manera lo tendrían que aprender con llanto, desdicha, dolor con luto y en tierra ajena(v.9-13) y lo decían abiertamente desafiando la misma palabra de Dios, como a sus profetas ¿por qué tiene que ser así? ¿Así lo quería Dios para ellos? La respuesta es No, ellos lo decidieron de esa manera. ¿Dónde quedarían sus verdades y sus afirmaciones? ¿Dónde quedaría en todo lo que se apoyaban? ¿Dónde quedaría en todo lo que confiaban y les hacía estar seguros, orgullosos y soberbios en extremo? ¿Dónde, dónde, dónde? Todo lo que ellos estaban construyendo, todo ello estaba fundamentado sobre mentiras, sobre engaños, todo era vanidad, todo era superfluo, simplemente todo lo que ellos eran era nada más una ilusión. El llamado para el día de hoy es el mismo para usted y para mí ¿Sobre qué estamos fundamentando nuestras vidas, en qué nos apoyamos, en quién esperamos? De algo debemos de estar seguros el día de hoy que lo que profesamos, creemos y proclamamos y hasta predicamos es que hay una verdad hay una esperanza, hay un fundamento en el que podemos descansar, para el hoy y para el mañana. Es un fundamento verdadero, fiel y firme, no basado en nosotros o en otros, en lo que somos o poseemos o lo que hemos logrado, no es nada de eso, está basado en Dios, en su palabra, en sus promesas, en su pacto. Es un cimiento que no tendrá fin, una piedra sólida y probada, una preciosa y piedra principal donde ella lo es todo sobre lo que el edificio, casa (vidas, familias, iglesia) descansa, sobre ella se puede construir con seguridad (v.16), esa piedra es nuestro Señor y salvador Jesucristo, en él podemos descansar, en él podemos confiar, en él podemos construir, es en él en que podemos fundamentar todo lo que somos y todo nuestro mañana, solamente en él.