Eran buenas noticias, muy buenas la que el profeta Isaías daba al pueblo de Israel en ese momento: Noticias que le cambiarían el rumbo de sus vidas, de sus situaciones, de su estado, eran noticias que tenía que ver con el todo de sus vidas. Obviamente para entender habría que conocer en que situación o estado se encontraban ellos: Muy bien lo vemos reflejado en el capítulo anterior, según sus mismas palabras (Isa. 59:9-11, TLA): El pueblo de Israel dijo: “Por causa de nuestra maldad la justicia no se cumple entre nosotros: esperábamos vivir en la luz, pero nos hemos quedado en tinieblas. Caminamos como ciegos, tocando la pared; tropezamos en pleno mediodía como si fuera de noche; aunque parezcamos tener vida,
en realidad estamos muertos. Nos pasamos la vida llorando, y esperando que se nos haga justicia, pero Dios no viene en nuestra ayuda”. Esa era la triste realidad de un pueblo alicaído por sus desobediencia, por su conformidad, por sus falta de atención a lo principios y mandamientos de parte de Dios para su vidas, por haberse alejado de los propósitos eternos, por su pecado y rebelión, causa que les llevó a la cautividad en Babilonia por 70 años, sí, 70 tristes y duros años de cautividad, donde los sueños se frustran, la visión se pierde, los anhelos de vivir se acortan, donde la alegría y la felicidad no son parte de nuestras vidas, donde la bendición de Dios como su ayuda y su respaldo están lejos de nosotros o son ajenas las promesas de Dios para nuestras vidas. Ellos lo decían muy bien lo que esperaban no llegaba y no veían que estas (las promesas) se cumpliesen en sus vidas, querían luz y tropezaban aun en el medio día, eran ciegos y eran cuerpos sin vida y por más que quisieran salir de esa situación, eran frustrados en sus planes o eran intentos fallidos. Todo lo podemos encerrar en una sola expresión: Rebelión, desobediencia o pecado. En otras palabras eran un pueblo sin gloria, no de la suya propia, si no la de Dios. Esto evoca a lo que el mismo pueblo había hecho en un momento de su historia (1er. Sam. 4:1-22), cuando los Israelitas pisoteó la gloria de Dios, donde el arca del pacto fue tomada por el pueblo Filisteo y el pueblo de Israel derrotado en batalla, todo comenzó cuando desconocieron a Dios en sus vidas, deshonraron sus mandamientos, pisotearon y tuvieron en poco a Dios y sus preceptos, Dios no era sus prioridad ,entre otras cosas, por ello al ser tomada el arca del pacto, la esposa de uno de los hijo de Eli: Finees, sacerdote corrupto juntamente con su hermano Ofni, le nació un hijo al que le llamaron: Icabod: cuyo nombre significa: “Sin gloria”. La gloria de Dios ha sido traspasada o pisoteada. Entonces al volver al punto de Isaías 59, es natural que ellos estuviesen en la misma situación de lo que años atrás había sucedido, todo porque ellos mismos lo habían permitido así, sus actos desobedientes habían alejado o pisoteado la gloria de Dios, por tanto Dios se alejo de ellos, Dios les abandono en su rebeldía y obstinación, por lo tanto ellos eran solamente lamentos, tristeza, quejas, lloro, incapacidad, frustración, enojo, etc. Y esto es lo que sucede muchas veces en nuestra vida de la misma manera, cuando nos hemos alejado de los propósitos eternos de Dios, cuando no hemos tomado en cuenta a Dios en nuestras vidas y nos dejamos ir por la obstinación de nuestro malo corazón, esto es o será nuestra triste y dura realidad. ¿Hasta cuándo?, Hasta que hagamos un alto en nuestras vidas, examinemos nuestro corazón y volvamos nuestra mirada hacia el cielo, hacia nuestro Dios, quién es el único que puede ayudarnos a salir de dicha situación: es una expresión que puede cambiar esa triste y trágica realidad: Arrepentimiento. Sí tiene que haber un arrepentimiento de corazón de no seguir en ese triste y dura calamidad, es querer tener un cambio de vida, de no querer seguir de la misma manera, de salir del estancamiento en que nos encontramos, el querer cambiar la realidad de nuestro presente sin Dios y tener un futuro mejor, a que sea él (Dios) el primer lugar en nuestras vidas. Ellos lo hicieron así, y lo vemos en su reconocimiento en sus palabras: (Isa. 59:12-13, TLA): “Hemos ofendido a Dios, y nuestros pecados nos acusan; nuestras maldades nos acompañan, y reconocemos nuestras culpas. Hemos sido infieles a Dios, no lo hemos obedecido;
somos violentos y traicioneros, y engañamos a la gente”. Ellos reconocieron su culpa y entendieron que no solo ellos habían sido afectados por su desobediencia u obstinación, sino que también habían influenciado y llevado a otros a la misma condición. Al escuchar sus palabras y su confesión, Dios interviene (59:1, 16-21): Su ayuda, su mano, su poder, su gracia, su bondad y su misericordia se dejaría ver en sus vidas, sería una vez más Dios escuchando el clamor de ellos, interviniendo a favor de ellos, visitándoles , dándoles salvación y restaurando sus vidas. Devolviéndoles la gloria (no de la suya propia), si no la de él mismo, la que ellos habían pisoteado por su desobediencia, rebelión y pecado. Es ahí donde llegamos al capítulo 60: 1-2, donde las buenas noticias se dejarían ver para sus escogidos: “Levántate y resplandece, porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti”. Es empezar de nuevo, es volver a recuperar lo perdido, es volver a poner en alto el nombre de nuestro Dios, es Dios volviendo a visitar a su pueblo, devolviéndoles lo que por desobediencia perdimos, al hacer esto es un nuevo comienzo, un nuevo día, una nueva oportunidad de Dios para nuestras vidas, es devolverles a nuestras vidas la gloria de Dios. Cuando esto suceda así será el final de nuestro cautiverio y el inicio de una nueva era. Es pasar de la oscuridad a la luz, estas si son buenas noticias.