18 Jun
Heme aquí envíame a mí.

Fue la respuesta de aquel Jovén profeta dispuesto a cumplir el deseo de su Señor Dios, el llamado de su Dios ante una petición retadora sí, pero con una profunda connotación de reciprodicidad de lo que vió y escuchó en esa atmosfera sublime llena de santidad, gloria y poder, al punto de quedar estupefacto con la majestad del Dios de los ejércitos y como la expresión de dicha gloria llenaba toda la tierra (v.14) . Esto pareciera una cotradicción, pues como es que la gloria de Dios cubre toda la tierra , ¿Cuándo no es honrado él en toda su extensión, él no es adorado en toda la tierra, él no es obedecido? ¿Cómo es esto posible? En los pasajes anteriores a este capítulo vemos la respuesta a ello: Por ejemplo en el capítulo 2:5-22 vemos como el profeta deja ver la actitud del pueblo, aquel pueblo que era llamado a dar a conocer la gloria de su Dios, este le había dejado, por su altivez por su soberbía y orgullo, (5:24): Desecharon la ley de Jehová y abominaron (dejar de lado) la palabra de Jehová, ante tal condición es Dios siempre tomando la iniciativa de buscar al pueblo rebelde y convertirlo de su religiosidad hueca y vacía a una relación sólida, sabía  y bien fundamentada, pero para ello hay una llamado,  existe una tarea y es la de llevar ese deseo de Dios a restutuir y cambiar no solo la mente del hombre en su manera de pensar y ver las cosas, sino que es un cambio que le llevará a tener un giro que nace en el corazón, es un llamado al arrepentimiento, si ellos así lo quisieren (2:18-19), es un llamado urgente, es un llamado de vida o de muerte. Ante tal situación al volver al capítulo seis, en la visión del jovén profeta, está en el aire el llamado de parte de Dios: (6:8): “Después oí la voz del Señor que decía: ¿A quién enviaré y quién irá por nosotros?. Es ahí donde se ve la reciprocidad y la respuesta del profeta en una atmosfera espiritual  que no se puede captar de otra forma. Entendió su papel, su responsabilidad, su rol como hijo, como escogido, como llamado, como pueblo , es esa respuesta que dejaría ver en ella su fe y dependencia en Dios cuando otros le habían abandonado, su obediencia y amor a aquel que había expresado la necesidad de llevar el mensaje de urgencia y de arrepentimiento, su fidelidad y consagración ante un pueblo que había expresado su infidelidad a través de sus actos y falta de pureza en todo lo que hacía, esta fue la respuesta de aquel que Dios llamó y escogió. La visión nos los deja ver en diferentes aspectos: Primero: La adoración que nos mueve a reconocer la grandeza, santidad, la gloria , el poder del Dios de toda la tierra, esa adoración que nos lleva a exclamar como lo hacían los seres espirituales: “¡Santo, Santo, Santo, Jehová de los ejércitos!”, sin duda alguna el Dios el único y verdadero Dios, es Jehová, el Dios de toda la tierra . El Dios de toda la tierra, es necesario darlo a conocer ya que hay muchos que adoran a otros dioses., ¡Uf!, indescrpitible, como lo dice una alabanza solo puedo imaginar como será, segundo: Esa misma santidad lo confronta y le daje ver su condición de cambio que el profeta necesita en su vida (v.5), la santidad de Dios deja ver nuestra inmundicia y la necesidad de ser purificados y transformados, aun y cuando sigamos en este mundo y rodeado de un mundo de un pueblo inmundo, desobediente, irreverente , infiel, pero es ahí donde somos llamados a ser diferencia, no en nuestras fuerzas sino más bien en las fuerzas de nuestro Dios. Es con la intervención de Dios en nuestras vidas, donde se dejará ver el cambió de lo que Dios ha hecho en nosotros, él a quitado nuestra culpa y eso es algo maravilloso. Por otro lado hemos de decir que la tarea misional o evangelizadora, el llamado de Dios no es impuesto, él lo ha dado para que sus escogidos reconozcan que hay más por hacer de solamente ser perdonados, hay más por hacer, Dios lo expresa y el profeta lo deja ver de esta manera: Aquellos que han entendido lo que Dios ha hecho por ellos, lo que ellos han oido y lo que ellos han visto, los levará a no quedarse quietos ni callados, ante tal cosmovisión de lo que está sucediendo reaccionaran, actuarán, obedecerán y se comprometerán ante la petición del Dios de  toda la tierra, reencalco solo los que han de oir y ver en lo espiritual podrán reaccionar de esta manera. Juan lo dijo en su su primera carta (1ª. Juan 1:1-3): “Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida  (porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó);  lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo”. En conclusión lo, lo que nos mueve es la adoración, es lo que nos hace ver y oír lo que Dios anhela y espera de su pueblo. En el libro “alégrense las naciones, Jonh Piper lo describe de esta manera: “La obra misionera no es la meta final de la iglesia. Lo es la adoración. Las misiones existen porque la adoración no existe. La adoración es absoluta, no así las misiones, porque Dios es la medida final de todas las cosas, no el hombre. Cuando termine ésta era, y los incontables millones de redimidos doblen sus rodillas ante el trono de Dios, las misiones se acabarán. La obra misionera es una necesidad temporal, pero la adoración permanece para siempre. Por tanto, la adoración es el combustible y la meta de las misiones. Es la meta final de las misiones sencillamente porque por medio de las misiones nosotros simplemente ayudamos a llevar a las naciones al incandescente deleite de la gloria de Dios. El objetivo de las misiones es el gozo de los pueblos en la grandeza de Dios ¡Jehová reina! ¡Regocíjese la tierra! ¡Alégrense las muchas costas! (Salmo 97:1). “¡Alábenle, Dios, los pueblos, todos los pueblos te alaben! Alégrense y gócense las naciones” (Salmo 67:3–4). ¡Qué te alaben, oh Dios, los pueblos; que todos los pueblos te alaben! Alégrense y canten con júbilo las naciones! (Salmo 67:3–4 NVI).] La adoración es también el combustible de las misiones. La pasión por Dios en la adoración antecede a la proclamación de Dios por la predicación. No puedes recomendar lo que no aprecias. El misionero nunca exclamará, “Que se gocen las naciones” cuando no puede decirlo de corazón “Yo me regocijaré en Jehová…Me alegraré y me regocijaré en ti; cantaré a tu nombre, Altísimo (Salmo 104:34; 9:2) Las misiones comienzan y terminan con la adoración. Si a la búsqueda de la gloria de Dios no se le da prioridad sobre la búsqueda del bien del hombre (en los sentimientos del corazón) y sobre las prioridades de la iglesia, el hombre no será bien servido y Dios no será debidamente honrado. No estoy abogando que las misiones mengüen, sino que Dios se magnifique. Cuando la llama de la adoración arde con el calor del verdadero valor de Dios, la luz de las misiones brillará a los pueblos más lejanos de la tierra. ¡Y anhelo que ese día llegue pronto!”. Este es el llamado ,¿cuál será nuestra respuesta ante tal petición de nuestro Dios?.



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