“Dios nos existe, yo ya no creo en él, no me escuchó cuando más lo necesitaba y por lo tanto no tengo nada que pedirle ni mucho menos buscarle, vea mi condición, vea mi necesidad, tengo necesidad, si realmente él existiera mi vida fuera diferente, estaría diferente”, fueron entre otras algunas de las palabras de “Don René”, que son de muchas de esas personas que están en algunos de esos lugares donde llegan muchas personas como él a esperar que les contraten por algunas horas para ganarse el pan diario y así salir o por lo menos sobrevivir con muchas limitaciones en este país. Llegamos el sábado a compartir alimentos e insumos básicos para el frío y de uso diario para ayudarles un poco en este país donde muchos vienen con un sueño con un anhelo pero que muchos de ellos están con una realidad que nunca se esperaban encontrar en este país. Como el mismo me lo mencionó: “Nunca en mi país pase sin comer un día y aquí me ha tocado pasar hasta tres días sin comer, tengo familia, pero sabe estoy solo, esto es muy duro”. Pero sobre todo a compartirles esperanza, seguridad y fe que son las buenas nuevas del reino de Dios, buenas nuevas que solamente en Jesucristo se puede obtener.
Este fue el punto que Dios me permitió tener para poder hablar con esta persona, pero quiero usar este mismo ejemplo para hacer una reflexión este día, a solamente un día para terminar este año. Para algunos quizá fue un buen año, para otros no resultó como ellos esperaban pero tampoco fue trágico, y para otros fue cuesta arriba por diferentes situaciones, y quizá lo sigue siendo aun ya para terminar este, y solo esperan que el que viene sea diferente. Sea cual sea el caso, el punto es reconocer, que si usted como yo sabemos en quién hemos creído, en quien hemos depositado nuestra fe y nuestra confianza, hay un elemento que debemos de reconocer ya para terminar este 2019 que Dios ha estado con nosotros, que su fidelidad ha estado con usted y conmigo, aunque las cosas no hayan salido como esperábamos, pero no dudo que si estamos finalizando este año, y que si estamos de pie, es porque él nos ha sostenido, sus misericordias han sido y serán nuevas todos los días (Lam. 3:22-24, Amén) y usted como yo, como hijos e hijas de un Dios fiel, recibimos su bondad, experimentamos esos pequeños como grandes detalles de él para con nosotros aun cuando no lo percibimos pero que si los vimos de primera mano (Sal. 20, 27), es en este sentido que los mejores testigos de su fidelidad, de su cuidado, de su bondad, de su gracia y su misericordia, que sin merecerlo él nos lo ha dado somos nosotros.
De ahí el discurso de aquel viejo patriarca, líder y guía del pueblo de Israel cuyo nombre tiene sentido y lo ha tenido en sus 110 diez años que le ha tocado vivir: Como esclavo, como general del ejército de Dios durante el recorrido en el desierto y al servicio de aquel que le instruyó y le modelo: Moisés. Como conquistador de la tierra que habría de reclamar , poseer y heredar como herencia para el pueblo de Dios. Discurso ante todo el pueblo de aquel hombre que durante todo su recorrido había visto el poder, la gracia, la provisión del Dios que le llamó que le resguardó y que le sostuvo: Josué, cuyo nombre significa: “Jehová salva o Jehová es salvación”.
Esto tiene un gran peso el día de hoy para usted y para mí, ya que si estamos para terminar un año más y cerrar un clico más en esta vida: al igual que Josué, usted como yo podemos reconocer que si estamos y hemos llegado hasta este punto del año no ha sido por nuestra capacidad, fortaleza, inteligencia, suerte o destino, todo ha sido por él, por el que ha resguardado nuestra vida y nos ha dado de su salvación no solo para nuestras almas sino que también en el día a día: el ha sido nuestra salvación. Y usted como yo somos los mejores testigos de esto.
Por ello al analizar las palabras de Josué en estos 5 versos de su discurso puedo extraer estos seis principios:
Usted como yo seremos los mejores testigos de todo esto. Al final de la platica le mencioné a don “René” que su vida , su historia, su presente, su futuro podía cambiar, podría ser diferente, pero solamente en las manos de Dios, confiando en él, humillándose delante de él, que necesitaba hacer algunos cambios y ajustes en su vida, encomendando su vida a él .Con lágrimas en sus ojos me dijo: “Pude orar usted por mi”; terminamos orando y él reconciliando su vida con el Señor.