20 Dec
Nuestros hechos hablan más fuertes que nuestras palabras.

La sentencia de Dios para Judá fue: Dolor, enfermedades, espada, genocidio, lamento, luto, hambre, caos, crisis, etc. Estas y otras consecuencias son dadas por Dios a través del profeta (v.1-9) y esto incluía al mismo profeta de Dios que le mando a no casarse ni tener hijos, ni asociarse en festividades o lutos (v.1-2). Todo tenía una causa: su mal proceder. Aun con todo y esto ellos mismos cuestionaban el actuar de Dios y se ve reflejado en sus preguntas o cuestionamientos (v.10): “¿Por qué anuncia Jehová contra nosotros todo este tan grande mal? ¿Qué maldad es la nuestra, o que pecado es el nuestro, que hemos cometido contra Jehová nuestro Dios?”.


Y esta es la manera de expresarse o quererse justificar delante de Dios de parte de ellos. Y esta es la misma forma de cuestionar cómo Dios actúa o como Dios permite las cosas hoy en día. Y es que pareciera que siempre es Dios: su falta de amor, su falta de cuidado para con su creación, su tolerancia por permitir tanto dolor y sufrimiento, por permitir tanta injusticia social o permitir catástrofes naturales o sociales, pareciera que siempre es Dios.


Pero es precisamente Dios el que le hace ver al pueblo que todo tiene su causa y que precisamente no está en él si no en ellos, al igual que ha nosotros hoy en día. La respuesta de Dios fue: Cuando ellos te pregunten el porqué de todo esto le hace ver al profeta les responderás (v.11-12): Primero: Sus padres me dejaron: Se olvidaron de mí, no me tomaron en cuenta, me desobedecieron incumplieron mis preceptos y mandamientos por lo tanto en su proceder y vida,  Dios no era el Dios de ellos. Segundo: Se volvieron a la idolatría, se fueron tras el deseo de su malvado y torcido corazón, entregándose por todo y reverenciando a todo aquello que no era el Dios verdadero. Por lo tanto Dios no era su prioridad, Dios no era lo primero en sus vidas, ni su palabra, ni sus mandamientos por ende no los tomaban en cuenta en su proceder, se movían nada más por sus deseos, concupiscencia, por su carne.


Tercero: Cerraron su corazón para no escuchar a Dios, se fueron tras sus propios caminos, tomaron sus propias decisiones sin consultar a Dios. Y agrega Dios, ustedes como hijos habéis hecho peor que vuestros padres: en otras palabras sus hechos hablaban más fuertes que sus palabras, por lo tanto no había excusa, ni argumento para reclamar o contradecir lo que ellos trataban de exponer o justificar.


Eso precisamente pasa en nuestras vidas, en muchas ocasiones queremos que las cosa sean diferentes, caminen diferentes y nos quejamos de Dios, nos quejamos con Dios, y nos quejamos de todo y por todo. Del porque va mal nuestro matrimonio, el porqué del mal proceder de nuestros hijos, por qué no puedo prosperar en mi negocio o trabajo, por qué en nuestras vidas todo es calamidad, tristeza dolor, vergüenza, enfermedad, el porqué todo en nuestras vidas pareciera que es todo un caos. ¿Por qué?, ¿Por qué? es la pregunta.


Recordemos esto: Todo mal proceder tiene su retribución, y en este caso Dios le hace ver al pueblo que su retribución sería al doble (v.18) por haber contaminado su tierra y su heredad. Esto tiene una gran lección: Desvalorizamos todo lo que Dios nos ha entregado y hemos sido hallado infieles a todo lo que el nos ha dado. Por otro lado el pueblo no era desconocedor de las consecuencias que vendrían de su mal proceder, ellos lo sabían, lo conocían y aún así no tomaron en cuenta a Dios. El pago era doble (como el caso de un interés). Y había una razón más: sus actos no eran ajenos a Dios. El los conocía, el los veía (v.17): “Mis ojos están sobre todos sus caminos, los cuales no se me ocultaron, ni su maldad,  se esconde de la presencia de mis ojos”. Su mal proceder hablaba más que sus quejas, y por más que quisieran argumentar sus vidas delante de Dios o justificarse delante de él, sus hechos, sus actos, su mal proceder, su desobediencia, su forma de vivir, actuar y pensar hablaba por ellos, decían quiénes eran ellos verdaderamente.


Recuerdo que unos de mis hijos tenía unos 8 años aproximadamente, le gusta el queso y en esos años no era la excepción, si comprábamos el queso que debería de durar según nuestros cálculos unos tres o cuatro días o un poco más, delante de él solo duraban a lo más un día. En una ocasión nos encontramos en la cocina y nos llegamos al refrigerador para ir por un buen pedazo de queso, pero para nuestra sorpresa no había y hacía unos minutos existía un buen pedazo, así que le preguntamos ¿Si él sabía quién se lo había comido?, a lo cual respondió: ¿No sé y no fui yo?, pero algo lo delataba: Primero el querer defender su causa sin haberlo oficialmente acusado y segundo: lo delataban unas pequeñas migajas de queso que tenía al lado de su boca. Sin duda alguna sus hechos hablaban más que sus palabras o excusas.


Examinemos nuestra vida, evaluemos muy bien nuestros caminos y hechos, y si hubiese algo que es necesario corregir y cambiar, hagámoslo inmediatamente, no lo dejemos para mañana, no permitamos que las consecuencias sean dobles por la dureza de nuestro corazón. Volvámonos a Dios.




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