24 Jan
Rito o Comunión (Jer. 24:1-10)

En esta mañana venía a mi este pensamiento: ¿Por qué hago lo que hago? ¿Qué es lo que me mueve a hacerlo? ¿Cuáles son las motivaciones que me impulsan al hacer las cosas? ¿Es gratitud, es devoción, es reconocimiento, es alabanza……será adoración, será verdadera adoración? ¿O es que hago las cosas por puro costumbrismo, tradición, rutina cayendo en la monotonía, en el aburrimiento y apatía? ¿será que hago las cosas por tradición o religiosidad? Es bueno el día de hoy examinar nuestras intenciones del corazón, las motivaciones de nuestra vida, el del porqué hacemos las cosas. En el pasaje de Jeremías hay una ilustración que Dios le da al profeta para que se las haga ver a su pueblo, y es la de dos clases de fruto depositados en una cesta (Higos): Unos muy buenos, apetecibles y llamativos, otros muy malos, pero muy malos, que como bien lo dice la escritura que de tan malos estaban que ni se podían comer.


Y es con referente a  esta palabra a la que venía a mi mente ¿Qué clase de fruto será comparable mi vida el día de hoy? ¿Será de esa clase de fruto apetecible o agradable a los ojos de Dios? ¿O será que mi vida se comparará al fruto que no es nada, pero nada llamativo a los ojos, especialmente a la vista de Dios? . Y es que en muchas ocasiones el “verdor” o lo llamativo o agradable de nuestra vida la hemos perdido, lo fundamental de nuestra vida cristiana, de nuestro caminar con Dios, de nuestro ministerio, se ha desvanecido por que pareciera que lo que deberíamos de vivir con Dios, debería de llamarse comunión y no rito.


Comunión, porque es un deleite, deleite sagrado el estar delante de su presencia. Es un deleite sagrado hacer lo que hacemos, porque lo hacemos por él y para él, lo hacemos para que su nombre sea enaltecido y conocido, su reino sea establecido en los corazones de las personas. Lo llamamos comunión porque es un honor y grato honor venir delante de su presencia en alabanza y adoración en la comunidad de fe, en unidad de los santos redimidos, su iglesia y abrir nuestros labios, y que  mi boca y alma prorrumpan en expresiones de reconocimiento de aquel que ha hecho grandes cosas con nosotros.


 Comunión por que lo de que él me ha dado, que es todo lo que soy y todo lo que tengo se lo debemos solamente a él; y ofrecerle a él mis ofrendas o diezmos donde muchos se preguntan si es esto aplica en este tiempo , si somos llamados a darlo o no, el punto creo que para los que cuestionan esto no han entendido que se trata de comunión, no es sacrificio, no es carga, no es imposición de una denominación , es simplemente que aquellos que lo hacemos, que lo hacemos con una clara y firme convicción: lo hacemos porque es comunión con Dios, porque él es la fuente de todo, él nos ha dado todo, lo que somos y lo que tenemos, y presentarnos delante de él con una actitud de agradecimiento y devoción, donde son sus promesas y su palabra las que nos sostienen en todos los momentos de nuestra vida.


Dicha comunión se ha de manifestar de esta manera: (Del libro: Pasando el manto): “Abraham tenía una visión espiritual de todo lo que hacía: La visión espiritual de Abraham era de una ciudad cuyo constructor era Dios, por que esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios (Heb. 11:10). Su visión hizo que permaneciera en una tierra extraña, viviera en tiendas de campaña, separado de su casa y de su familia. La visión cambió su vida y su estilo de vida…¿todo por qué? Porque tenía comunión con Dios. El conocía a Dios íntimamente: Abraham fue llamado amigo de Dios (Stgo. 2:23), esto requería una relación personal  e íntima con Dios para vivir y hacer de esto un estilo de vida, esto es comunión. El estaba listo para cumplir y hacer la voluntad de Dios, aun y cuando en algunas ocasiones la voluntad de Dios era difícil a los ojos de él (Gén. 22:3), pero él no demoró en cumplirla y hacerla, él actuaba inmediatamente y debido a su obediencia, Dios proveyó otro sacrificio y salvó la vida de Isaac. Es de notar que Abraham nunca se refirió a las instrucciones de Dios sobre Isaac como un sacrificio. Él lo llamó adoración”. A esto le llamamos comunión con Dios, todo lo demás y contrario a esto es pura religión, costumbrismo, imposición, rito, tradición, monotonía, ceguera espiritual.


Por ello el Señor habla en este pasaje esperando que el pueblo de Israel, su pueblo, sus escogidos se volvieran a él, que cambiaran su forma de vivir y de hacer las cosas, de no tener una visión a poseer una perspectiva y visión clara y por supuesto espiritual, donde  dicha visión les lleve a un nuevo estilo de vida, a una nueva forma de hacer, de ver y vivir las cosas que se hacen y el del porqué se hacen, dicha visión se fundamenta y se resume en una en una solo aspecto: Comunión con Dios, que nuestro corazón esté alineado al corazón de Dios, es por ello que él lo dice de esta manera a través de las palabras del profeta Jeremías: “Y les daré corazón para que me conozcan que yo soy Jehová; y me serán por pueblo, y yo les seré a ellos por Dios; porque se volverán a mí de todo su corazón” (Jer. 24:7).


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