01 Nov
Todo lo que tanto queríamos está en ruinas.

Esta fue la triste y dura realidad que en esta oración el pueblo de Israel llega a su conclusión. Todo de lo que ellos en un momento se sentían orgullosos, se sentían satisfechos por lo que se había logrado o alcanzado, todo de lo que habían conquistado, soñado y construido,  ahora todo estaba en ruinas. Y todo por su desobediencia y dureza del corazón. Creyeron estar bien pero en realidad  sus vidas estaban mal, ellos estaban mal (v.5-6). Así como ellos habían llegado a esta dura y triste conclusión, así es para alguien por lo que también a luchado, esforzado, soñado, trabajado, etc. Y en un momento de desobediencia, en un momento de ira, en esos momentos que no pensamos sino que actuamos irreflexivamente, todo lo que tanto se quería, todo se ha perdido o todo está en ruinas. La pregunta resalta ¿Cómo está todo por lo que se luchó y trabajó, cómo está? El pueblo tiene que ser sincero para con Dios y ser real para él y para ellos mismos, no podían ocultar su realidad, no podían ocultar lo que era evidente. Así mismo pasa en nuestras vidas en muchas ocasiones queremos vivir de apariencias , tratando de ocultar lo que es evidente a la vista de Dios y en muchas ocasiones a la vista de los demás. Tratamos de ocultar y evadir la realidad en que se vive, cuando deberíamos de orar y reflexionar en nuestras vidas a dónde nos llevará esta condición o clase de vida que se lleva. Para ellos todo estaba en ruinas: Su ciudad, el pueblo, su gente, su santuario, su misma vida,  todo absolutamente de aquello que era su gloria todo era ahora solo eran ruinas. Esto se debió como lo mencionábamos a su desobediencia, a su iniquidad (v.9). Son nuestros actos los que nos hacen caer y hacer de nuestras vidas y de todo lo que tanto valoramos ruinas. Ruinas que nos hacen recordar lo que fue en el pasado, lo que tuvimos, lo que poseímos y que en un momento perdimos. Y lo más lamentable su estado es un estado caótico, desértico, lúgubre, triste y en soledad. ¿Así lo quiso Dios? Por su puesto que NO, así lo decidimos nosotros, así lo decidieron ellos. Ahora bien que lamentable sería para nosotros el hacer esta reflexión y quedarnos en esta situación o condición. Por ello la importancia de esta oración del pueblo de Israel. Sí, era una oración que en su sentido más profundo era una oración de confesión y de súplica, pidiendo la intervención del Todo Poderoso Dios en sus vidas (v.12) “Te estarás quieto, Oh Jehová, sobre estas cosas? ¿Callarás, y nos afligirás sobremanera?”. Son este tipo de oración que sin duda alguna no pasan inadvertidas delante de la presencia de Dios, son estas tipos de oración que hacen que Dios, nuestro Dios, sí, nuestro Padre, nuestro creador y Señor (v.8), tome acción sobre el asunto. El está dispuesto, el está listo pero depende de nosotros, depende de nuestra humillación, de nuestro reconocimiento de que sin la intervención de Dios en nuestras vidas todo es ruina, pero dónde él está presente, él es el que convierte todo lo lúgubre, lo triste, lo desértico, lo caótico, en luz, en alegría, en fuentes de vida , todo lo pone en orden y lo devuelve a su lugar. En eso consiste el arrepentimiento, en de volvernos al lugar al que pertenecemos, dándonos la posición que antes teníamos y que por nuestras malas acciones lo perdemos y destruimos. Recuerde la parábola del hijo pródigo (despilfarrador, derrochador, Luc. 15:11-32), el padre en su misericordia le devuelve la posición, le devuelve la autoridad, él lo había perdido todo, su vida y su entorno eran ruinas, pero hay una frase en el relato de la historia que empata con la misma acción del pueblo de Israel en Isa. 64, y esta está en el verso (14:17): “Y volviendo en sí”. Esta es la pauta para un nuevo comienzo, esta la es la llave que hará que las cosas vuelvan a su lugar y aún sean mejores; es necesario reconocer , humillarse, pedir perdón, reflexionar que sin la intervención de Dios no es lo mismo nuestras vidas, sin Dios no somos nada, sin Dios todo es un desierto, todo es ruina y ruin. Es por ello que esta reflexión volvamos la mirada a nuestro Padre, creador y Señor, que él sea en su misericordia dándonos una nueva oportunidad, que él cambie nuestro desierto y que en su gran amor nos devuelva lo que nosotros derrochamos o perdimos por no darle el valor que se merecían. Esto me hace ver que también en un momento hemos de pedir perdón a aquellos que en nuestras “locuras” herimos, dañamos, ofendimos y tantas otras cosas que mal hemos hecho. Esta fue la oración del pueblo de Dios, oración que los llevaría a un nuevo comienzo, a una nueva oportunidad de vida, a un nuevo amanecer para ellos, para sus hijos, para sus hogares, para su ciudad, para su nación. Hoy es el tiempo, hoy es el momento de pedir la intervención de Dios, él está presto para escuchar nuestro clamor, ¡claro que sí!, ¡él lo hará!


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