08 Nov
Proposito, Privilegio, Responsabiliad y Sacrificio

Son cuatro elementos que resaltan en el capítulo 1 de Jeremías, cuatro aspectos que marcarían la vida de este hombre formado, apartado, llamado, preparado y comisionado  por el Todo Poderoso, por el dador de la vida, de su vida, de aquel que le dejaría ver sus propósitos al igual que a nosotros hoy en día, de aquel que le formó y le conoció desde el vientre de su madre (1:5), que lo apartó para una vida de proclamación de su mensaje y su palabra , “te santifiqué”, da la idea de apartado y escogido, “te di”, vemos en esas dos palabras el llamado especial de Dios y al mismo tiempo la comisión de este. Pero al mismo tiempo le hace énfasis en su preparación y su respaldo: (v.7-10): expresiones que hacen ver esto: “Porque a todo lo que te envíe irás tú”, “dirás todo lo que te mande”, “No temas, porque estoy contigo para librarte”, “extendió Jehová su mano y tocó mi boca”, “he aquí he puesto mis palabras en tu boca”, “Te he puesto”. Tremendas expresiones que dejan ver el respaldo de Dios a su profeta. Al igual que a Jeremías en ese momento estas mismas palabras deben de resaltar en nosotros como pueblo de Dios, como hijos de Dios, como aquellos que también en la presciencia (conocimiento previo de Dios), estábamos en sus planes desde antes de nacer, no es eso un gran motivo para darle gracias al Todo Poderoso en esta mañana, que usted así como yo, no somos seres fortuitos en este mundo, no somos un accidente de la casualidad o de un desborde de emociones no controladas de nuestros padres, esto verso nos hace ver los grandes y hermosos propósitos de Dios al traernos a este mundo y colocarnos en la familia a la que pertenecemos. ¡Grande nuestro Dios! Estas cosas nos deben de hacer mover y pregúntanos si es que estamos caminando en esos planes maravillosos de Dios , o será que por algún motivo nos hemos apartados de ellos, nos hemos desviados de esos propósitos de nuestro Creador y Señor Dios. Es un buen momento para recapitular ¿el porqué de nuestra vida?, ¿para qué estamos en este mundo?, ¿por qué estamos en el lugar dónde Dios nos ha colocado?, son todas estas reflexiones existenciales a las cuales les debemos de dar respuestas. En la vida de Jeremías las vemos reflejadas y él las supo encontrar y caminar en ellas. Supo acariciar en su vidas las tiernas pero al mismo tiempo retantes las palabras de Dios para él y para sus pueblo dichas en una frase que muy bien describe lo que estamos diciendo: (Jer. 29:11, BTX). “Porque Yo conozco mis designios sobre vosotros, dice Jehová: designios de bienestar y no de desgracia, de daros un porvenir y una esperanza”. Que así sea en nuestras vidas. Por otro lado hay un llamado especial a aquellos a los cuales Dios nos ha llamado a su servicio y esto por supuesto que tiene que ver con su propósito eterno para nosotros y para los nuestros (familia). Es un tremendo honor y tremendo privilegio servir al Dios, Señor y Salvador de nuestras vidas, Dios que al igual que a Jeremías le  tenía preparado este hermoso ministerio de estar entre sus filas, de ser uno de esos soldados que están dispuestos para cumplir con los deseos de su Señor. Es un gran honor representar al Dios y Señor de este mundo en el lugar donde él en su misericordia y gracia nos ha colocado. Honor que al mismo tiempo se vuelve en una gran responsabilidad y con lleva gran sacrificio. Que muchos quizá no entenderán, nos dirán que estamos locos, que somos gente irresponsables, que somos personas que no piensa en su futuro ni en el de los nuestros, que hemos perdido el norte de nuestras vidas  por las decisiones que estamos tomando o como dijese alguien porque hemos quemado nuestro barcos ya que no hay retorno. Hablo y escribo quizá no por todos, no lo sé, pero escribo por lo que Dios pone en mi corazón y veo a través de la escritura y el ejemplo de este profeta con respecto su vida y ministerio, que los que estamos en la “línea de batalla” a los cuales nuestro mismo Señor Jesucristo habló y dijo con respecto a sus seguidores y fieles servidores es el hecho que en esta decisión es él el que está por sobre nuestras mismas familias, por sobre nuestros propios sueños o metas, por sobre nuestros propios deseos o anhelos, por sobre nuestra comodidad o seguridad, por sobre todo.  Recalco no hablo de ser irresponsables o descuidados especialmente con los nuestros y descuidar nuestras responsabilidades como esposos, padres e hijos, guías espirituales y sacerdotes de nuestras casas y familias (Mr. 10:34-39). Pero en muchas ocasiones habrá sacrificios que debemos de tomar, y esto es por él, por Dios, por su llamado. Aun esto está en los planes perfectos de Dios, y aunque parecieran ilógicos, contradictorios, absurdos, descabellados, incoherentes, etc. tienen que ver con los propósitos de Dios y esto lo vemos reflejado en la vida no solo de Jeremías, sino que en la vida de muchos por no decir de todos aquellos a los cuales Dios llamó. Como en el caso de Isaías cuando Dios le dijo que anduviera desnudo por tres años (Isa. 20:3), como en el caso de Jeremías al cual Dios les prohibió no tomar mujer ni tener hijos (Jer. 16:2), como en el caso de Oseas cuando Dios le manda a casarse con una prostituta (Ose. 1:2), como en el caso de Elías cuando Dios le manda a una misión sin regreso: presentarse al rey Acaz con una palabra confrontativa y exhortativa (1ª. Rey. 17:1), como en el caso de Eliseo al dejar familia y lugar (1er. 19:19-21), entre otros ejemplo que podemos mencionar como Moisés, Abraham, Pablo. Etc.. El mismo Pedro le dijo al Señor: (Luc. 18:28, Mt. 19:27): “Entonces Pedro dijo: He aquí, nosotros hemos dejado (todo)  nuestras posesiones y te hemos seguido”: Al cual el Señor Jesús responde: (Luc. 18:29-30): “Y él les dijo: De cierto os digo, que no hay nadie que haya dejado casa, o padres, o hermanos, o mujer, o hijos, por el reino de Dios, que no haya de recibir mucho más en este tiempo, y en el siglo venidero la vida eterna”. No lo hacemos por una recompensa material, es el llamado , el llamado de aquel que nos escogió para este servicio. Animémonos amados con estas palabras, por que aquel que nos llamó es fiel para con nosotros y para con lo que prometió, amén. Cuenta la anécdota que cuando el presidente Teodoro Roosevelt se disponía a abordar en un puerto africano el barco que le llevaría de vuelta a casa, una gran multitud se congregó para celebrar su visita y despedirle. Una alfombra roja fue tendida por donde él debía pasar. A bordo le fue dado el camarote más elegante y fue el centro de atención durante todo el viaje. Al mismo tiempo había otro hombre en el mismo barco, quien resultó ser un anciano misionero que había dado su vida a Dios sirviendo en África. Su esposa había fallecido, sus hijos habían marchado y el hombre estaba completamente solo y nadie se apercibía de él. Al llegar el barco a San Francisco, el Presidente fue de nuevo agasajado. Las campanas sonaron y la multitud vitoreaba al tiempo que Roosevelt desembarcaba con pompa y gloria. Sin embargo, tampoco allí había nadie esperando al misionero. Este fue a su habitación en un pequeño hotel y se arrodilló a los pies de su cama y oró: «No me quejo, Señor, pero no lo entiendo. Di mi vida por ti en África y parece que a nadie le importa. No lo puedo entender.» En aquel momento le pareció que el Señor bajaba su mano desde el cielo y la ponía en su hombro, y le decía: «Mi buen siervo fiel, todavía no has llegado a casa.»


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